La exploración de la América austral
Desde el momento mismo del descubrimiento de América, muchos exploradores, viajeros y/o representantes de países con intereses expansionistas describieron los recursos naturales de la porción austral del continente, incluyendo uso y aplicación de la flora, sobre todo en función medicinal. Las primeras plantas herborizadas en el archipiélago fueguino y en el estrecho de Magallanes (1690) se deben al cirujano británico George Handisyd, miembro de la tripulación de la nave corsaria Welfare. El material herborizado, en el que se cuentan dos plantas de papa, hoy se encuentra en las colecciones del Natural History Museum de Londres.
También James Cook realizó visitas al extremo sur entre 1768 y 1779 como así muchos otros navegantes, incluyendo sacerdotes misioneros. Téngase presente la potencia de entonces de la marina británica y la actividad de “caza” de plantas exóticas vivas (the plant hunters) iniciada con los grandes descubrimientos geográficos. Las plantas, que llegaban a Europa en plena vegetación o como semillas, constituían recursos potenciales para la alimentación, la medicina o, simplemente, eran una forma de status symbol que se exhibía como objeto exclusivo proveniente de lugares remotos.
El segundo viaje del bergantín Beagle con un pasajero peculiar
Se ha escrito de veras muchísimo sobre Darwin y su teoría pero en este contexto no se quieren analizar aspectos científicos sino más bien relatar las vicisitudes de su paso por el actual territorio argentino poniendo el acento en las emociones vividas y en consideraciones socio-antropológicas, políticas, anecdóticas y de color local.
Se parte fundamentalmente del trabajo prolijo y detallado de Héctor Palma, filósofo argentino dedicado a la filosofía de las ciencias y especializado en temas de evolucionismo, eugenesia, metáforas en la ciencia y crítica del periodismo científico: “Darwin en la Argentina” (2009). Palma habla del encuentro de Darwin con Rosas, con nativos de la pampa, de la Patagonia, de la zona fueguina. A través de los relatos del naturalista, Palma evidencia comentarios sobre la vida de los gauchos, las vinchucas, el mate y tantos temas insospechados y no siempre conocidos.
El viaje de Darwin, a bordo de la nave Beagle al mando del joven capitán Robert Fitzroy (1805-1865), duró cinco años aproximadamente, desde el 27 de diciembre de 1831 al 29 de octubre de 1836. Sin contar los 20 días que le demandó el viaje a Mendoza procedente de Chile, a través de la Cordillera de los Andes (entre marzo y abril de 1835), Darwin permaneció en distintos puntos del actual territorio argentino desde el 24 de julio de 1833 hasta el 10 de junio de 1834 en que a través del estrecho de Magallanes el Beagle pasó al Océano Pacífico rumbo a la región central de Chile. Prácticamente un año de su extenso viaje y ocho de los veintiún capítulos de su Diario de Viaje se refieren a nuestro país.
El estudiante Charles Darwin no había dado muchas satisfacciones al padre médico que lo mandó a Cambridge a estudiar teología después de que el joven abandonara los estudios de medicina. Allí se graduó con lo mínimo indispensable pero contemporáneamente desarrolló una gran capacidad de observación y maduró su interés por las ciencias naturales. Estudió botánica con J.S. Henslow que es el profesor que le propuso el viaje en el Beagle, en reemplazo de un entomólogo que había renunciado. El profesor Henslow le habló con mucha sinceridad: “….no te considero un naturalista acabado, sino persona muy calificada para recoger, observar y anotar cualquier cosa que lo merezca; además el capitán Fitzroy no permitiría a bordo, aún si se tratase de un excelente científico, una persona que no sea un perfecto caballero …”
Darwin, futuro padre de la teoría que dio un sentido sólido a la biología, era un jovencito de buena familia de 22 años cuando se embarcó en el Beagle. En Argentina pasó casi un año observando atentamente, en ambientes generalmente poco confortables, cosas y gentes. Dedicó muchos comentarios a Rosas y su entourage, lo conoció personalmente y este hecho le permitió evitar no pocas situaciones difíciles gracias a un pasaporte con una orden para las postas del gobierno que Rosas le concedió. Darwin señala que los establecimientos de Rosas “…están admirablemente administrados y producen más cereales que el resto. Lo primero que le dio gran celebridad fueron las reglas dictadas para sus propias estancias y la disciplinada organización de varios centenares de hombres para resistir con éxito los ataques de los indios”. Rescata sus cualidades de gran jinete, también muy apreciadas por la gente de campo: “…de conformidad con los usos y costumbres de los gauchos, se ha granjeado una popularidad ilimitada en el país…”. No escatima elogios: “…es un hombre de extraordinario carácter y ejerce una enorme influencia en el país…”.
Da cuenta del caudillo santafesino Estanislao López. En Santa Fe visitó Coronda el 2 de octubre de 1833; dice Darwin:” cruzamos Coronda, los admirables jardines que la rodean hacen de ella uno de los pueblos más bonitos que he visto en mi vida…”. Hizo descripciones magníficas de varios pueblos originarios, notó que se trataba muy mal a las mujeres indias, con notable pasión por el detalle tomó nota del tiempo que ellas necesitaban para redondear una piedra y transformarla en elemento integrante de las boleadoras. Durante el viaje por mar desde Inglaterra compartió su tiempo con varios nativos fueguinos que Fitzroy estaba devolviendo a sus tierras (los había llevado a Inglaterra en un viaje anterior). No obstante el contacto con los fueguinos, temía a los indios, sentimiento que se percibe constantemente en su Diario.
Darwin en Argentina tomaba mate, rito que extranará mucho en su vejez. Su hijo Francis comenta: “le he oído hablar del gran consuelo que suponía un mate y un cigarrillo cuando descansaba después de una larga cabalgada y le era imposible conseguir algo de comer durante algún tiempo…”.
Algunos sostienen que los malestares que padeció a lo largo de su vida, lo mismo que la cardiopatía por la cual murió, se originaron en las picaduras de vinchuca que sufrió en su breve paso por Mendoza.
Es admirable su posición respecto a determinados comportamientos sociales. En Salvador de Bahía presenció el tratamiento reservado a los esclavos, quedó negativamente impresionado y sostuvo con Fitzroy una discusión amarga pero siempre mesuradamente británica. El capitán, con ideas esclavistas, perdió entonces el control y alejó a Darwin de su compañía (para luego disculparse y recuperar la amistad).
Darwin había crecido intelectualmente en Cambridge, la cuna de la doctrina social y colonial inglesa que se basaba en una férrea jerarquía social y que incluía el concepto de superioridad-inferioridad. No debe sorprender entonces que en este contexto él defina “salvajes” a las etnìas locales: “…es imposible imaginar la diferencia que existe entre el hombre salvaje y el hombre civilizado…”. Darwin no podía imaginar que esos pueblos de allí a poco desaparecerían casi totalmente y no tanto por la condición en que vivían sino a causa de la “civilización” occidental. En los años sucesivos a su viaje, por ejemplo, en la zona austral se dio intensa caza a los leones marinos cuya grasa servía para iluminar Londres pero, como consecuencia trágica, privaba a los pueblos locales de la base de su alimentación.
Los compañeros de viaje
Algunos de los personajes que viajaron con el joven naturalista son dignos de atención y seguramente han sido para él “material de estudio”.
El capitán Robert Fitzroy. Algunos lo consideran un “malo” de la historia. Nacido en una familia rica, aristocrática y políticamente importante, ya a los 12 años era alumno de la escuela naval. En 1830, poco antes del histórico segundo viaje del Beagle, Fitzroy fue nombrado comandante de la nave.
La captura por parte de Fitzroy de algunos nativos fueguinos durante el primer viaje del Beagle es peculiar. La versión oficial indica que mientras algunos hombres de la tripulación habían acampado en la costa, algunos fueguinos se dirigieron en canoa hacia el bergantín. Los marineros persiguieron a los atacantes, tomaron algunos como rehenes y, no pudiendo restituirlos a tierra, los llevaron a Gran Bretaña donde los bautizaron Fuegia Basket, Jemmy Button, York Minster y Boat Memory, les dieron una “educación” y los presentaron a los reales. No se debe excluir la hipótesis de que el aprendizaje del idioma inglés por parte de los fueguinos podía constituir un modo para conocer mejor las zonas australes (incluyendo los recursos naturales).
Persona altanera y “fundamentalista” desde el punto de vista religioso, Fitzroy criticó severamente la teoría darwiniana de la evolución de las especies y nunca digirió del todo que sus diarios de viajes fueran mucho menos leídos que los de Darwin. La aguerrida defensa de la teología tradicional se debe haber transmitido de algún modo a su descendencia si se considera que Laura Fitzroy, en 1934, declaró agresivamente que “…Darwin es un gran hombre que ha llegado a este mundo para una misión especial pero por cierto ha superado la medida...”.
Fitzroy fue gobernador de Nueva Zelandia por poco tiempo pues con su comportamiento fomentó una rebelión maori. Fue también director de la oficina meteorológica inglesa: es suya la idea de publicar en los diarios los pronósticos del tiempo (el Times fue el primero). Dilapidó su fortuna y se suicidó. Darwin contribuyó a un fondo para el sustentamiento de sus hijos.
El pintor Conrad Martens. Fue pintor a bordo desde fines de 1833 cuando conoció al capitán Fitzroy en Montevideo y éste lo contrató para trabajar en el Beagle. Inmediatamente construyó una sólida amistad con Darwin que duró toda la vida. Permaneció en la nave hasta fines de 1834, cuando desde Valparaíso partió en otro barco con rumbo a Sidney, pasando por Tahiti.
Además de su elevada capacidad artística a través de la cual logra sintetizar admirablemente los paisajes, Martens ha dejado documentos gráficos valiosos que captan con gran detalle ambientes, personas y vegetación. Memorables son los sketches realizados en Montevideo: vistas de la ciudad y descripción gráfica de los oficios del lugar.
Los cuadernos de dibujos de Conrad Martens, que hacen revivir el famoso viaje del Beagle, han sido digitalizados por la Cambridge Digital Library y pueden ser consultados gratuitamente.
Los indígenas fueguinos que volvían a sus tierras desde Londres. Como se ha anticipado, en el viaje realizado entre 1826 y 1830 Fitzroy tomó como rehenes a varios nativos de Tierra del Fuego. Les dieron nombres extraños y peyorativos: Boat Memory que murió de viruela al llegar a Inglaterra, Fuegia Basket (su nombre original era Yokcushlu) y York Minster (originalmente El’leparu). A ellos se agregó un cuarto indio, a quien se llamó burlonamente Jemmy Button (originalmente Orundelico), porque había sido comprado por un botón de nácar. El rapto de esos indios y el experimento de su traslado a Inglaterra con la idea de sacar a aquellos “salvajes” de la “creación bruta”, enseñarles inglés para que participaran de los beneficios de la civilización británica fueron episodios angustiantes y desgarradores, más allá de las aparentes buenas intenciones de Fitzroy. El capitán estaba convencido de que los beneficios de los hábitos ingleses y el idioma compensarían la separación transitoria. No menos dramática fue la devolución a sus respectivas tierras de origen. En el reencuentro con sus compatriotas Jemmy entendió muy poco de su lenguaje original, y por otra parte se avergonzaba completamente de sus paisanos. Llegando a donde estaba la gente de Jemmy y donde éste esperaba encontrar a su madre y a sus parientes éstos le dijeron que su padre estaba muerto pero como él había tenido un ‘sueño en su cabeza’ (tal vez una premonición), no pareció muy preocupado por ello y a menudo se consolaba manifestando, en un inglés primitivo, una reflexión muy natural: él no había podido evitar esa muerte.
Los propios compatriotas trataron muy mal a los que regresaron: “…comenzó una sistemática serie de robos; nuevos grupos de indígenas se fueron acercando: York y Jemmy perdieron muchas cosas (…) Daba pena dejar a los tres fueguinos con sus salvajes compatriotas; pero nos tranquilizaba pensar que ellos no temían nada. York, que era hombre vigoroso y decidido, estaba seguro de pasarlo bien con su mujer, Fuegia. En cambio, el pobre Jemmy parecía algo desconsolado, y me quedó la duda de si no se hubiera alegrado de volver con nosotros...”. Luego de otros episodios parecidos la expedición de Darwin perdió por algún tiempo contacto con los indios repatriados, pero el 5 de marzo de 1834, de regreso por la zona en que los habían dejado, vieron acercarse una canoa con una banderita flameando y pudieron observar que uno de los hombres de la tripulación se lavaba la pintura del rostro: “Era el pobre Jemmy, convertido nuevamente en un salvaje ojeroso, con su larga cabellera en desorden y desnudo, salvo por un retazo de manta rodeado a la cintura. No lo reconocimos hasta que estuvo muy cerca, porque se avergonzaba de sí mismo y se ubicaba de espaldas al barco. Le habíamos dejado gordo, limpio y bien vestido; nunca he visto una transformación más completa y desastrosa. Sin embargo, tan pronto como estuvo vestido y pasó su primera turbación, las cosas tomaron mejor aspecto. Cenó con el capitán Fitzroy con la compostura de otras veces. Dijo que tenía alimento suficiente; que no sentía el frío; que sus parientes eran muy buenos, y que no deseaba volver a Inglaterra; por la tarde descubrimos la causa de este gran cambio en los sentimientos de Jemmy, al llegar su joven y bella esposa. Con su habitual generosidad, trajo dos hermosas pieles de nutria para dos de sus mejores amigos, y algunas flechas y puntas de arpón, hechas por sus propias manos, para el capitán. Contó que se había construido una canoa, ¡y se jactaba de hablar un poco su propia lengua! Lo más curioso es que, según parece, enseñó algo de inglés a toda su tribu (…). Había perdido todas sus propiedades. Nos contó que York Minster había construido una gran canoa y con su esposa Fuegia, se había marchado a su país, hacía varios meses. La despedida fue un acto de suma maldad: convenció a Jemmy y a su madre de que le acompañaran, pero los abandonó por la noche, robándoles todas sus pertenencias. Jemmy se fue a dormir a tierra, y a la mañana siguiente regresó (…). Todos a bordo mostraron sincera pena al darle el último apretón de manos. No dudo que será tan feliz, más feliz quizás, que si nunca hubiera salido de su tierra”. No obstante todo se insistió con los experimentos de “re-educación”: después de la muerte de Jemmy Button en una isla fueguina (hoy se llama Button) uno de sus hijos, llamado Threeboy, fue llevado Inglaterra en 1866 por el misionero Waite Stirling.
En un documental premiado en Berlin en 2015, “El botón de nácar”, el cineasta chileno Patricio Guzmán condensa la historia de su país a través de un paralelo entre la historia de Jemmy Button y las víctimas de la dictadura (1973-1990), de las cuales a veces queda sólo un botón.
Impresiones sobre los pueblos originarios
Entre los sentimientos que provocaron los indios de la pampa en el joven Darwin prevalece el temor y la desconfianza. En cambio de los indios fueguinos le impresiona la profunda inferioridad de seres completamente desprovistos en una tierra inhóspita. Son tremendas sus descripciones: “… no he visto en ninguna parte criaturas más abyectas y miserables (…) una mujer que daba de mamar a un niño recién nacido vino un día al costado del barco, y permaneció allí por pura curiosidad, ¡mientras la nieve caía y se acumulaba en su desnudo seno y sobre la piel desnuda del niño! Estos pobres desgraciados se habían detenido en su crecimiento; sus horribles rostros embadurnados de pintura blanca; sus pieles sucias y grasientas; el cabello enmarañado; las voces discordantes, y sus gestos violentos. (…) cuesta creer que sean criaturas semejantes a uno y habitantes del mismo mundo. (…) Por la noche, cinco o seis seres humanos, desnudos y protegidos apenas contra el viento y la lluvia de este clima tempestuoso, duermen en la tierra húmeda, hechas un ovillo, como animales. (…) Las diferentes tribus, cuando están en guerra, son caníbales (…) es verdad que cuando en invierno los aprieta el hambre matan y devoran a las ancianas, antes de matar a sus perros”. Un joven indio relató cómo las mataban, “sujetándolas sobre el humo, hasta que se asfixian; él imitaba sus chillidos como una broma, y señalaba las partes de sus cuerpos que consideradas mejores para comer. Si es horrible una muerte así, a manos de amigos y parientes, ¡todavía parecen más espantosos los temores de las ancianas cuando el hambre comienza a apretar! Me contaron que a menudo huyen a las montañas pero son atrapadas por los hombres que las vuelven a traer a sus hogares para sacrificarlas …”.
Dra. Beti Piotto
Miembro de la Tercera Comisión de Ciecias Biológicas y de la Salud de RCAI
Bibliografia
Palma H., 2009 — Darwin en la Argentina, San Martín, Editorial UNSAMedita, Universidad Nacional de San Martín, 100 páginas.