por Axel Nielsen
El rol de la conservación patrimonial como sustento identitario, es una manifestación particularmente vasta que tiene que ver con la simplificación de la memoria, del modo en cómo se presenta este pasado y de la historia de un país.
Muchos trabajos de “restauración”, “conservación” o “valorización” (presentados como tales) que constantemente se publicitan como grandes resultados de tutela del Patrimonio por parte de municipalidades o de otros entes, en realidad son simplificaciones y banalizaciones de la historia y del pasado, cuando no, falsificaciones del mismo.
Vaciamientos de edificios donde se mantienen las fachadas Art Nouveau y dentro surgen rascacielos o bien la demolición de centros históricos para luego reconstruirlos en clave “Disneyland”, son solo algunos ejemplos de una identidad en decadencia y una gran indiferencia a ella.
Muchas veces quienes proponen los trabajos de restauración o puesta en valor, (lo plantean las empresas de demolición y las sucesivas empresas para la construcción) muestran en el atrio del nuevo edificio, una serie de fotos donde se puede ver como era antes, qué era y que había en ese lugar, siguiendo la idea que “ la imagen” de un objeto es lo que cuenta, lo que importa.
Entonces, si podemos conformarnos con una foto a cambio del edificio original, auténtico, sería lo mismo que tener una foto del Partenón? (una foto bien grande claro…) y, en lugar de mantener el edificio (podemos imaginar que el valor del terreno es particularmente alto), hacer un exquisito Mall donde podríamos exponer las fotos del maravilloso edificio griego. Siguiendo esa lógica, podría bien conformarse el gobierno griego con fotos de los frisos que Lord Elgin que se llevó a Inglaterra o con excelentes copias de yeso de los mismos.
Sólo que en estos casos extremos, es claro a todos lo que tiene valor y lo que no lo tiene. En situaciones “menores” como puede ser un área con gran predominancia de viviendas en lenguaje Art Nouveau o Art Decò, por ejemplo, donde podríamos encontrar algunas claramente maravillosas, otras menos y otras de poca importancia, pero donde evidentemente el valor del conjunto aumenta la individualidad de la obra individual. Qué hacer en estos casos? El tema es amplio y complicado. Se trata de conjugar los fuertes y legítimos intereses de los propietarios que pueden vender muy bien sus casas para ser demolidas, porque lo que interesa es el valor del terreno, con el plan de desarrollo urbanístico que tiene la municipalidad para esa área (o debiera tener) y con los apetitos de los constructores y arquitectos quieren desean obtener sólo el mayor rédito de la situación.
Lamentablemente las municipalidades en su mayoría, no poseen planes de desarrollo que tengan una coherencia desde el punto de vista de conservación del Patrimonio o bien, los documentos de tutela que han elaborado son demasiado simples, expresando solo recomendaciones y formalidades superficiales que a la larga permiten que se haga lo que se quiera con estos patrimonios, salvando los intereses económicos de las empresas de construcción que generalmente están directamente vinculadas con la política, a la que alimentan.
El resultado es de encontrarnos con un puñadito de hermosas casas ahogadas en medio de una selva de rascacielos, con el efecto final que casi que se prefiere que se eliminen las sobrevivientes… Por favor! Ya que esas últimas viviendas dan fastidio al nuevo panorama edilicio.
Son las instituciones las que tienen que reglamentar fuertemente este ámbito y tienen que hacerlo con inteligencia y calidad. Lo ideal sería contar con políticos “iluminados” o sea, no solamente inteligentes y honestos, sino dotados de buena cultura y humanamente válidos. Sabemos que éso es un sueño pero es siempre una buena praxis aspirar a mejorar la clase dirigente. Claramente eso sería el resultado de una buena educación y una formación general. Se podría decir casi que el resto viene solo. Una buena política de tutela del Patrimonio seguramente, sería el resultado del trabajo de un gobierno de calidad.
Alemania luego de los desastres de la Segunda Guerra, se encontró que no tenía ningún Centro Histórico en pié y decidió reconstruir todo “como era y dónde era” para mantener viva la imagen y la tradición de un pueblo. Porque eran conscientes de la importancia de recordar de dónde venían y quienes eran.
Francia con Luis XIV destruye todos los castillos feudales dado que sostenía que el único que iluminaba y tenía el poder absoluto era él y nadie le tenía que hacer sombra. En el siglo XIX se estudia el medioevo y el estilo gótico e inicia una fase de reconstrucción del ese pasado con la idea que el medioevo había sido el momento de creación de un estilo puro y único. Entonces fue Emmanuel Viollet Le Duc quien reconstruyó este periodo lleno de simbolismo, imaginando y recreando muchas veces un pasado que nunca existió construyendo y restaurando castillos, iglesias y catedrales (Notre Dame, Rheims, etc.) Fué un gran arquitecto que con habilidad recreó el medioevo en Francia, inventando y completando edificios con el resultado de hermosos falsos históricos (Carcassonne, por ejemplo)
Quién sabe si un día en Argentina, pienso al caso de Córdoba, se van a estudiar (finalmente) las viejas casonas de inicios del siglo pasado con puertas que pesan 250kg construidas en roble de Eslavonia importado, con pavimentos en mármol de Carrara o mayólicas francesas Art Nouveau y detalles de una calidad que ahora nos podemos soñar pero que, actualmente, se encuentran abandonadas esperando la demolición o simplemente deseando algún nuevo propietario que sepa apreciar la construcción de calidad y su autenticidad.
Si actualmente tuviéramos que describir una ciudad como Córdoba, no nos quedaría otra solución que olvidarnos de las palabras “colonial” “tradicional” de un pasado “histórico” o similares. Tendríamos que hablar de una selva de edificios de ladrillo visto, cada uno con decenas y decenas de micro departamentos para estudiantes, con grandes problemas de infraestructura, porque la densidad de los habitante ha crecido desmesuradamente y donde el municipio no ha planificado correctamente. Por ejemplo podemos señalar la ausencia de algo tan básico como una red cloacal adecuada y completa. En práctica tenemos actualmente una imagen deteriorada y triste de la ciudad, sin personalidad definida, sin una identidad histórica local .
Hace apenas 40 años, algunos barrios como Nueva Córdoba tenían una presencia y una calidad de construcción destacable. En las fachadas de las casonas de los años 30 o 40 se veía el nombre del arquitecto o del constructor quien había realizado la obra y uno, asombrado, se detenía a observarlas.
Al día de hoy, no hay una relación clara entre el pasado y el presente. Me refiero, para dar un ejemplo comparativo, al hilo conductor de la memoria que vincula una persona con su propia historia personal, con quién era él en su niñez y le da las bases para imaginar su futuro: objetos, álbumes de foto de familia, recuerdos, tradiciones, historias y anécdotas de familia etc. En las ciudades estos vínculos con el pasado los dan, entre otros, los edificios y los monumentos que son el mobiliario y el escenario del paisaje urbano metropolitano, y si no se los cuida, si no se los tutela, se pierde la memoria y junto con esa pérdida patrimonial se olvida de crecer siguiendo objetivos claros.
La ciudad termina siendo solamente una infinita aglomeración de edificaciones feas y de baja calidad que sofocan el espíritu, en vez de ayudar el crecimiento como personas de sus habitantes.