En éstas horas está dando la vuelta al mundo una de las noticias que involucrará una de las más importantes evoluciones de la ciencia desde el punto de vista de la física, matemática, astronomía y sus aplicaciones derivadas. Por primera vez en la historia se confirma la medición de las alteraciones del espacio – tiempo cósmico, en el que todos estamos inmersos, a partir del choque de dos agujeros negros confirmando así la teoría con la que, hace 100 años, Albert Einstein predijo las llamadas “ondas gravitacionales”.
La noticia se confirma a partir de las relevaciones de dos instrumentos (interferómetros) del proyecto LIGO (especialmente diseñados para éste propósito y ubicados a una distancia de 3000 kilómetros.
El choque se origina en una lejana región del cosmos y hace 1300 millones de años y, aun así, fue de tal magnitud que provocó que se convirtiera inmediatamente en energía una masa de aproximadamente tres veces la dimensión de nuestro sol y con origen en dos agujeros negros que, hasta sus últimos instantes, tenían una masa de 29 y 36 veces la de nuestra estrella.
Una energía tan colosal que aún en nuestros días se puede percibir y que ha dado lugar a la actual medición en la que participó un consorcio de más de 1000 científicos de 15 naciones, entre los que se encuentra un importante grupo de argentinos (de los cuales con gran presencia de la Universidad Nacional de Córdoba).
“Lo hicimos”, exclamó David Reitze, Director Ejecutivo del proyecto mientras, en conferencia de prensa en Whashington, la vocera argentina del experimento LIGO (Laser Interferometer Gravitational-wave Observatory), Gabriela González, declaró que: “Esta detección es el comienzo de otra era: la astronomía de ondas gravitacionales”
Las Ondas Gravitacionales
El fenómeno medido no es otra cosa que la transformación directa prevista por Albert Einstein en la famosa ecuación “E=mc2”
Dos agujeros negros rotan en órbitas que se van acercando provocando una inicial pérdida de energía para luego chocar (a una velocidad cercana a la mitad de la velocidad de la luz) transformando definitivamente en energía una parte de la masa de los dos cuerpos fundidos, ahora, en un nuevo y masivo agujero negro.
Son justamente las oscilaciones que han provocado un impacto de éste nivel de energía que dan origen a las lecturas de hoy, abriendo una puerta al futuro para el estudio y la comprensión de un universo que ahora resulta más cercano a nuestras tecnologías.
“Es como si pudiéramos sentir los susurros del universo” dicen los entrevistados luego de analizar los efectos de una lectura que se esperaba desde hace más de un siglo.
Se trata de un registro de 7 milisegundos que han provocado oscilaciones infinitesimales en los instrumentos involucrados (dos interferómetros en de menos de un cuarto de la medida de un átomo) y, aun así, esta lectura fue suficiente para provocar el acceso a una nueva era en la astrofísica.
“Parece imposible de medir, pero lo calculamos y vimos que se podía. Y lo hicimos”, se entusiasma Gabriela González. El logro adquiere aún más trascendencia luego del intento, del 2014, que terminó en frustración para el proyecto Bicep. El LIGO hoy ha demostrado que los fenómenos previstos por Einstein existen y ahora son parte del estado actual de la ciencia y tecnología de nuestros días
La precisión de las lecturas, el análisis global del fenómeno entre científicos, e infraestructuras de tantas naciones, y (de todos modos) la magnitud del descubrimiento no hace otra cosa que confirmar el poder que tienen las redes para potenciar la investigación y el desarrollo.
Una animación del efecto en el espacio del choque de estos dos agujeros negros se puede ver desde aquí:
Redacción – Comisión IV – RCAI.it